Anoche
en la tv escuchamos esto:
“Hay
que ser consciente de que a los diez años de una relación no estás como el
primer día y si intentas mantener eso es imposible, no estás bien, tienes una
patología.”
Mi
marido y yo, que hace veintidós años que estamos casados, nos miramos....
“Yo
te quiero mucho más que el primer día” me dijo él. Aunque faltaban dos horas para el 14 de
febrero fue el mejor regalo.
En
realidad ya lo sabía pero viene muy bien que te lo digan. Precisamente estos detalles son parte de lo que podemos hacer para que la primera y desafortunada frase no sea verdad.
Con
el tipo de vida que llevamos en que todo cambia tan deprisa muchas personas tienen
pánico al pensar en un compromiso para siempre o incluso simplemente en un
compromiso. Como si no pudieran saber siquiera cómo van a ser ellos mismos
dentro de un tiempo.
Pero
en nuestro interior somos los de siempre y de ahí nos llega una profunda
exigencia de amor, un amor que aspira a ser eterno.
Si
solo miramos desde la superficie, sin abrirnos, nos quedamos en lo temporal, en eso de "esto
utilizo ahora y mañana ya veremos". Como el usar y tirar al que nos hemos
acostumbrado.
Pero
esa primera amistad que va madurando y creciendo requiere de nuestro interior prever
que sea definitiva para convertirse en amor.
Ese
querer envejecer juntos, esa exigencia de amor, esa generosidad en el compromiso
es lo que da estabilidad.
Y
no es que no vayan a surgir así los problemas. Sobre todo hoy en día que todos
acumulamos cansancio y preocupaciones. Quien pretenda que el amor es estar
siempre encantado con la sonrisa puesta está hablando de otra cosa.
Anda
que no nos hemos tirado los trastos a la cabeza mi marido y yo. Todos pasamos
por malos momentos. Entonces hay que confiar y apostar por una solución que
casi siempre pasa por el perdón. Y en esa apuesta ganas.
Ganamos
mucho, la satisfacción de una relación consolidada, estable. Hay que lanzarse a
amar en una carrera en la que hay que saltar algunos obstáculos.
Los matrimonios que vemos felices quizá se han ganado esa felicidad.
Las
cosas no "salen" bien, las "hacemos" bien.